Seleccionar página

Por David – Papabaloo

No sé muy bien qué me movió a aceptar el reto que me planteó mi amigo y presidente del CARMA, Pancho,  hace un año, cuando me habló del Campeonato Mundial Máster de Atletismo en Málaga, el caso es que le escuché y me pareció interesante.

También puedes seguir nuestras aventuras y carreras en Instagram

Luciendo palmito (y equipación)

Está claro que mi vida atlética es de aficionado, pero la posibilidad que da la Federación de participar en este tipo de Campeonatos sin exigir una marca mínima es un lujo que no puede despreciarse. La posibilidad de vestir la camiseta de España en un Campeonato Mundial….relativamente tan cerca de casa…y en una prueba como el medio maratón….

Por eso este año saqué licencia nacional y fui metiendo monedas en una gran hucha para sufragar los gastos de inscripción, viaje y alojamiento.

Todo el año esperando, y por fin llegó el día 15 de septiembre. Muy ilusionado, pero no sentía el mismo gusanillo en el estómago que el día previo a un maratón.

Fuimos hasta el aeropuerto tres nécoras del CARMA (Pancho, José Antonio y yo) y otro compañero del ADAS, Quique. Vuelo hasta Málaga, taxi y al estadio a recoger las acreditaciones y la equipación.

Al llegar al estadio ya pude comprobar el gran ambiente que se respiraba. Atletas de todas las nacionalidades calentando, en el tartán el 1500 femenino, en el foso de saltos el triple (tuve la suerte de ver a Lysvanys en un salto de más de 14 m que le supuso el oro). Ambientazo total. Estoy en un gran campeonato.

De ahí fuimos al apartamento, nos probamos las equipaciones y salimos a dar un paseo para estudiar la zona y comprar algunas cosas en el súper.

Siempre CARMA

A 50 metros del apartamento encontramos una cafetería, preguntamos para ver la posibilidad de desayunar allí, y menuda sorpresa nos llevamos cuando nos dijeron que abrían a las 6 de la mañana (como nos dijo el cachondo del camarero, “es que aquí vamos a misa muy temprano”).

Mientras cenábamos empezó a llover con fuerza. “Bueno, pensamos, al menos refrescará un poco para mañana”. De hecho las predicciones del tiempo eran bastante halagüeñas. Bajada de temperaturas, cielo cubierto y posible llovizna.

Cuando nos acostamos sí empecé a notar cierto nerviosismo. Aún así, dormí más o menos bien.

Nos levantamos tempranito, nos preparamos y bajamos a desayunar. Y después, acabar de prepararnos y rumbo al estadio.

Ambiente precompetición en el metro, donde me encuentro con Raquel, del SADA. En el estadio nos encontramos con Elías Domínguez, con el que paramos un rato a charlar. Un placer hablar con uno de los candidatos a hacer algo grande hoy aquí (de hecho acabó proclamándose subcampeón).

Después a  dejar las cosas en el guardarropa, última visita al baño y a calentar.

¿Calentar?. Sí, claro, siempre hay que calentar, aunque frío me da la impresión de que no vamos a pasar. El cielo está completamente despejado y no hay ni la más mínima señal de esa posible llovizna, aunque la humedad es bastante elevada (después nos enteramos que del 94%). El termómetro marca 22 grados, y cuando la sombra de los edificios aledaños desaparece, el sol ya golpea con fuerza.

De hecho, calentamos muy suavemente, y según paramos ya estoy sudando mucho. Me temo que va a ser una carrera dura.

Suena el pistoletazo de salida e intento coger ritmo. Mi idea es salir a 4:30 y ya iremos viendo lo que hacemos. Y nada más empezar la carrera me topo con la realidad. No cojo ese ritmo ni de broma. Los primeros kilómetros los hago a 4:35, 4:40, 4:35, 4:37….veo que la cosa va a ser difícil porque, además, las sensaciones no son buenas. No sólo no consigo coger el ritmo que quería, sino que la cabeza no para. Ya en el avituallamiento del kilómetro 4 bebo y me mojo un poco la cara y la cabeza

Me doy cuenta de que estoy sufriendo más de la cuenta, tanto física como mentalmente.

Y lo que queda.

Porque desde ahí los kilómetros van pasando. Estoy pasando mucho calor, se me hacen largos, en la primera vuelta al circuito no paro de visualizar e imaginarme la segunda vuelta, y aunque sé que es lo que no tengo que hacer me resulta muy difícil desterrar esos pensamientos negativos.

El Trigal

El kilómetro 10 lo recuerdo especialmente duro. En el 9 hay avituallamiento, cojo agua, bebo, me mojo, y sufro ese kilómetro en ligera subida. Hasta aquí, para intentar ocupar la cabeza, he ido fijándome en los corredores que me adelantan y a los que adelanto. Me fijo en su nacionalidad, en su categoría….En este kilómetro me pasa un italiano, creo que M55, “más largo que un día sin pan” (piu longo que un giorno senza pane, pienso), y pienso también en lo jodido que estoy, pensando en estas idioteces.

Paso por arco de salida, kilómetro 11, comienza la segunda vuelta. Y sigue el calor, y sigue la paliza mental.

Y gente, y kilómetros, y sufrimiento. Pienso que hacía tiempo que no lo pasaba tan mal en una carrera. Tengo incluso ganas de vomitar. Buffff, y lo que me queda todavía.

En el 14 sufro pensando en que sólo llevo 2/3 de la carrera.

Sufre, mamón

En el 15 me cruzo con Pancho (va bien, aunque también tiene cara de pocos amigos) y con José Antonio, que ha debido de pinchar. Me dice que apure, que me espera y me ayuda. Ni qué decir tiene que cuando llegué otra vez a ese punto, después de dar la vuelta él ya no estaba (me sacaba bastante tiempo).

En el 18 nuevamente el puesto de avituallamiento y la temida “cuestecilla” de 1 kilómetro. Bebo, me vacío una botella en las piernas para refrescarlas, aprieto los dientes e intento acabar dignamente.

La visión del estadio a lo lejos anima un poco. Sólo queda aguantar y no bajar mucho más el ritmo (los últimos kilómetros los he hecho a algo más de 5).

La entrada al estadio la imaginaba más emocionante, pero no puedo. Tengo unas ganas locas de acabar, sigo con la sensación de querer vomitar, y hasta me veo haciéndolo al cruzar la meta.

Y viene la última sorpresa. Entro en el estadio, dispuesto a hacer los últimos 400 metros lo más dignamente  posible, y veo que nos marcan la vuelta con conos, por la parte exterior de la pista. Pero veo también que hay gente corriendo por el tartán, y pienso “no, no puede ser, nos hacen dar dos vueltas”. Me hundo miserablemente unos instantes, hasta que me doy cuenta de que quien está corriendo  por el tartán son las atletas del 1500.

Me recupero, me rehago, y ahora sí que veo la meta. Hago los últimos 100 metros recuperando la sonrisa, y cruzo la línea en 1:43:15.

Y por fin, la meta

Cojo agua y voy bebiendo (y sudando mucho) hasta el punto donde he quedado con los compañeros. Todos hemos sufrido con el calor, pero todos estamos satisfechos.

No sufrimos tanto, que estamos sonriendo

Después descansar un poco, seguir bebiendo, hacernos las fotos de rigor (encontramos a Montxo, la cuarta nécora en Málaga) y al apartamento a celebrarlo con unas cervezas (rehidratación post)

Cansado y orgulloso

 

hay que rehidratarse y reponer fuerzas

Ha sido un placer compartir estos dos días con estos amigos. Grandes risas, grandes anécdotas que nos quedarán siempre. Muchas gracias.

Y un recuerdo especial, que ellos entenderán, al pitufo y al del butanoooooo.

Los pitufos butaneros

1:43:15

Puesto 482

72 de mi categoría (M50)

PS.: Acabo de releer esta crónica una vez escrita. No cambio ni una coma, aunque me da la impresión de que ha salido un pelín angustiosa. Sufrí, sí. Lo pasé mal, sí. Pero puedo asegurar que el mal rato se ve superado con creces por la satisfacción de acabar una carrera como ésta.

Y eso cualquier corredor de fondo lo sabe.